Con el correr del tiempo el marketing ha ido penetrando las distintas esferas de la práctica humana. De esta manera, ya no solo se valen de estos recursos las grandes empresas que buscan vender sus productos, sino que cada uno emplea su conocimiento incorporado en el tema para beneficio personal (ya sea para conquistar pareja, conseguir trabajo o hasta para asegurarse una buena consideración de los profesores).
Es que los distintos aspectos que rodean la vida de un ser humano en la sociedad de consumo actual, como adelantara Carlitos el barbudo, han ido perdiendo cada vez más su valor de uso para consagrarse plenamente a través del valor de cambio. Ante esta afirmación, Nestor Garía Canclini (1), antropólogo y filósofo argentino, probablemente agregaría que esos valores puestos en juego contribuyen a determinar la forma de relacionarse de las personas y el lugar que ocupan dentro de la sociedad. Es decir, cada uno se comunica a través de sus consumos tomando en cuenta los valores que estos representan en el consenso tácito que existe entre los miembros de cada sociedad. De esta forma, todos enviamos y recibimos mensajes a través de los consumos que hacemos.
Estos mensajes fueron reconocidos tempranamente por los publicitarios, quienes convirtieron a las grandes marcas en las pioneras en dejar de lado la importancia del producto como bien de uso, privilegiando la identificación de los consumidores con la imagen publicitada de la marca. Para simplificar burdamente, como Pepsi es «animarse a más», tomar Pepsi es tener coraje. Esta identificación también se va produciendo paulatinamente mediante el patrocinio de eventos a los que acude la demanda potencial de la marca, como son los casos del Pepsi/Quilmes/Brahma Cosquín Rock, El torneo Gillette de futbol, etc.
Sin embargo, tal como se menciona anteriormente, no solo las empresas privadas venden marcas (y no productos), también lo hacen, por ejemplo, las instituciones educativas (a través del prestigio), los «famosos» (asociando su imagen a un estereotipo modelo) y hasta el Estado. Ejemplos de este último tipo sobran y algunos se encuentran mencionados en post anteriores (A+BA; la presidenta campechana que todos llaman por su nombre, los colores de los carteles de la gestión Ibarra y Macri, etc). En un mundo tan pensado como el actual, nadie ignora que todo tiene un sentido socialmente determinado (ya sea muy evidente o habitualmente ignorado) y a veces, da ganas ponerse a pensar: y esto, por qué? …
Por ello vale la pena destacar cuando aparecen cosas como la siguiente… (ver diapositiva en pág. aparte)
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